Carmen F. murió en 1981 estando embarazada de seis meses, pero nadie denunció su desaparición hasta 2017
Su hermana destapó el asesinato al necesitar el certificado de defunción para una herencia
La exhumación del feto acusó directamente a M. T., su excompañero sentimental
A Carmen F. la mataron hace 38 años. Estaba embarazada de seis meses, y su pareja M. T. la enterró en el jardín del chalet que ambos habían alquilado. Él tenía una doble vida y decidió acabar con la de Carmen cuando se enteró de que esperaba un hijo suyo. En 2017, su hermana interpuso la denuncia por su desaparición al necesitar el certificado de defunción para cobrar una herencia. El ADN del feto, exhumado 37 años después, consiguió relacionar a M. T., que había negado conocer a Carmen, con el crimen al demostrarse que era su hijo.
Una relación a escondidas
Carmen y su hermana vivían con su abuela y su padre en Madrid. A los 24 años, Carmen se independizó y le pidió a su hermana que le presentara a alguien para salir. Así conoció a M. T., dueño entonces de una empresa de traducción. M. T. vivía en Madrid con su mujer y sus tres hijos, pero aún así se embarcó en una relación sentimental con Carmen.
Carmen cortó toda relación con su hermana mientras seguía viéndose con M. T. La última vez que se vieron fue en 1981, y su hermana quedó impactada por su aspecto “desaliñado y despeinado”, y en seguida tuvo la sensación de que estaba embarazada”. Con el tiempo, su abuela le contó que había recibido una postal de ella desde Barcelona, diciendo que todo estaba bien. Nunca volvieron a saber nada más de Carmen ni de M. T.
El embarazo pone en peligro su doble vida
A mediados de octubre de 1981, Carmen y M. T. alquilaron una casa en Sant Salvador de Guardiola, en Manresa (Barcelona). Ahí fue cuando M. T. se dio cuenta de que Carmen estaba embarazada, pues a los seis meses su estado ya era visible. Preocupado por su doble vida, decidió presuntamente acabar con la vida de Carmen propinándole un tiro en la cabeza, matándola a ella y a su futuro hijo. Les enterró en el propio jardín de su casa.
Meses más tarde, y cuando la vegetación ya era capaz de ocultar las pruebas de su crimen, se mudó a la misma vivienda con su mujer y sus tres hijos. Pero su estancia en la casa duró poco, ya que a M. T. le preocupaba que pudiesen relacionarle con la desaparición de Carmen. Pero no fue así, porque nadie denunció nunca su desaparición. Su cuerpo se encontró en 1999, con signos visibles de haber tenido una muerte violenta, pero su asesinato no pudo resolverse entonces.
El cobro de una herencia destapa su asesinato
18 años más tarde, la hermana de Carmen denunció su desaparición. Después de tantos años sin saber de ella ya la daban por muerta, pero necesitaban el certificado de defunción para cobrar una herencia. Cuando la Policía Nacional recabó su ADN, descubrieron que correspondía con el de un cadáver no identificado que guardaban en su base de datos.
Al descubrirse que Carmen había muerto violentamente, su hermana señaló en seguida a M. T. En su declaración inicial, este aseguró que no la conocía ni había sabido “nunca nada de ella”. La Guardia Civil ordenó que se exhumara el feto, y con su ADN se descubrió que efectivamente, M. T. tenía un vínculo paternofilial con el hijo de Carmen en el momento de su muerte. Meses más tarde, M. T. cambió su declaración y aseguró que cuando él se había marchado del chalet, ella estaba viva y “habían quedado como amigos”, pero el juez consideró inverosímil este cambio de versión.
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